«VATICANO, TENEMOS UN PROBLEMA». Reflexiones sobre el presente de la Iglesia Católica, de Henri Boulad (jesuita egipcio)
Reflexiones sobre el presente de la Iglesia Católica
Publicado en el blog de Emilo Carrillo
Henri Boulad es, con seguridad, el jesuita egipcio más destacado desde la perspectiva eclesial y en los ambientes intelectuales. Concretamente, es jesuita egipcio libanés de rito melquita y rector del colegio de los jesuitas en El Cairo.
Atento, lógicamente, a la realidad de la Iglesia Católica y afectado por su situación y su rumbo, ha tomado la iniciativa de dirigir un carta a Benedicto XVI con el título La Iglesia en el abismo: La Iglesia precisa una triple reforma urgente: teológico-catequética, espiritual y pastoral.
Gracias a Manuel Manfredi he conocido la misiva, que también ha sido transmitida a través de la Nunciatura en El Cairo y circula en medios eclesiales de todo el mundo.
Sabiendo que muchos lectores del Blog son católicos y en el convencimiento de que la carta denota una profunda espiritualidad ecuménica, comparto su contenido con vostr@s.
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Santo Padre:
Me atrevo a dirigirme directamente a Usted, pues mi corazón sangra al ver el abismo en el que se está precipitando nuestra Iglesia. Sabrá disculpar mi franqueza filial, inspirada a la vez por «la libertad de los hijos de Dios» a la que nos invita San Pablo, y por mi amor apasionado por la Iglesia.
Le agradeceré también sepa disculpar el tono alarmista de esta carta, pues creo que «son menos cinco» y que la situación no puede esperar más.
Permítame, en primer lugar, presentarme. Jesuita egipcio libanés de rito melquita, pronto cumpliré 78 años. Desde hace tres años soy rector del colegio de los jesuitas en El Cairo, tras haber desempeñado los siguientes cargos: superior de los jesuitas en Alejandría, superior regional de los jesuitas de Egipto, profesor de teología en El Cairo, director de Caritas-Egipto y vicepresidente de Caritas Internationalis para Oriente Medio y África del Norte.
Conozco muy bien a la jerarquía católica de Egipto por haber participado durante muchos años en sus reuniones como Presidente de los superiores religiosos de institutos en Egipto. Tengo relaciones muy cercanas con cada uno de ellos, algunos de los cuales son antiguos alumnos míos. Por otra parte, conozco personalmente al Papa Chenouda III, al que veía con frecuencia.
En cuanto a la jerarquía católica de Europa, tuve ocasión de encontrarme personalmente muchas veces con alguno de sus miembros, como el cardenal Koening, el cardenal Schönborn, el cardenal Martini, el cardenal Daneels, el Arzobispo Kothgasser, los obispos diocesanos Kapellari y Küng, los demás obispos austríacos y otros obispos de otros países europeos. Estos encuentros se producen con ocasión de mis viajes anuales para dar conferencias por Europa: Austria, Alemania, Suiza, Hungría, Francia Bélgica… En estos recorridos me dirijo a auditorios muy diversos y a los media (periódicos, radios, televisiones…). Lo mismo hago en Egipto y en Oriente Próximo.
He visitado unos cincuenta países de los cuatro continentes y he publicado una treintena de libros en unas quince lenguas, sobre todo en francés, árabe, húngaro y alemán. De los trece libros en esta lengua, quizá haya leído Usted «Gottessöhne, Gottestöchter» (Hijos, hijas de Dios), que le hizo llegar su amigo el P. Erich Fink de Baviera.
No digo esto para presumir, sino para decirle sencillamente que mis intenciones se fundan en un conocimiento real de la Iglesia universal y de su situación actual, en 2009.
Vuelvo al motivo de esta carta, intentaré ser lo más breve, claro y objetivo posible.
En primer lugar, unas cuantas constataciones (la lista no es exhaustiva):
1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo.
2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África.
3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles, que normalmente los aceptan, y de su obispo, que no puede.
4. El lenguaje de la Iglesia es obsoleto, anacrónico, aburrido, repetitivo, moralizante, totalmente inadaptado a nuestra época. No se trata en absoluto de acomodarse ni de hacer demagogia, pues el mensaje del Evangelio debe presentarse en toda su crudeza y exigencia. Se necesitaría más bien proceder a esa «nueva evangelización» a la que nos invitaba Juan Pablo II. Pero ésta, a diferencia de lo que muchos piensan, no consiste en absoluto en repetir la antigua, que ya no dice nada, sino en innovar, inventar un nuevo lenguaje que exprese la fe de modo apropiado y que tenga significado para el hombre de hoy.
5. Esto no podrá hacerse más que mediante una renovación en profundidad de la teología y de la catequética, que deberían repensarse y reformularse totalmente. Un sacerdote y religioso alemán que encontré recientemente me decía que la palabra «mística» no estaba mencionada ni una sola vez en «El nuevo Catecismo». No lo podía creer. Hemos de constatar que nuestra fe es muy cerebral, abstracta, dogmática y se dirige muy poco al corazón y al cuerpo.
6. En consecuencia, un gran número de cristianos se vuelven hacia las religiones de Asia, las sectas, la new-age, las iglesias evangélicas, el ocultismo, etcétera. No es de extrañar. Van a buscar en otra parte el alimento que no encuentran en casa, tienen la impresión de que les damos piedras como si fuera pan. La fe cristiana que en otro tiempo otorgaba sentido a la vida de la gente, resulta para ellos hoy un enigma, restos de un pasado acabado.
7. En el plano moral y ético, los dictámenes del Magisterio, repetidos a la saciedad, sobre el matrimonio, la contracepción, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el matrimonio de los sacerdotes, los divorciados vueltos a casar, etcétera, no afectan ya a nadie y sólo producen dejadez e indiferencia. Todos estos problemas morales y pastorales merecen algo más que declaraciones categóricas. Necesitan un tratamiento pastoral, sociológico, psicológico, humano… en una línea más evangélica.
8. La Iglesia católica, que ha sido la gran educadora de Europa durante siglos, parece olvidar que esta Europa ha llegado a la madurez. Nuestra Europa adulta no quiere ser tratada como menor de edad. El estilo paternalista de una Iglesia «Mater et Magistra» está definitivamente desfasado y ya no sirve hoy. Los cristianos han aprendido a pensar por sí mismos y no están dispuestos a tragarse cualquier cosa.
9. Las naciones más católicas de antes -Francia, «primogénita de la Iglesia » o el Canadá francés ultracatólico- han dado un giro de 180º y han caído en el ateísmo, el anticlericalismo, el agnosticismo, la indiferencia. En el caso de otras naciones europeas, el proceso está en marcha. Se puede constatar que cuanto más dominado y protegido por la Iglesia ha estado un pueblo en el pasado, más fuerte es la reacción contra ella.
10. El diálogo con las demás iglesias y religiones está en preocupante retroceso hoy. Los grandes progresos realizados desde hace medio siglo están en entredicho en este momento.
Frente a esta constatación casi demoledora, la reacción de la iglesia es doble:
+Tiende a minimizar la gravedad de la situación y a consolarse constatando cierto repunte en su facción más tradicional y en los países del tercer mundo.
+Apela a la confianza en el Señor, que la ha sostenido durante veinte siglos y será muy capaz de ayudarla a superar esta nueva crisis, como lo ha hecho con las precedentes. ¿Acaso no tiene promesas de vida eterna?
A esto respondo:
+No es apoyándose en el pasado ni recogiendo sus migajas como se resolverán los problemas de hoy y de mañana.
+La aparente vitalidad de las Iglesias del tercer mundo es equívoca. Según parece, estas nuevas Iglesias atravesarán pronto o tarde por las mismas crisis que ha conocido la vieja cristiandad europea.
+La Modernidad es irreversible y por haberlo olvidado es por lo que la Iglesia se encuentra hoy en semejante crisis. El Vaticano II intentó recuperar cuatro siglos de retraso, pero se tiene la impresión que la Iglesia está cerrando lentamente las puertas que se abrieron entonces, y tentada de volverse hacia Trento y Vaticano I, más que hacia Vaticano III. Recordemos la declaración de Juan Pablo II tantas veces repetida: «No hay alternativa al Vaticano II».
+¿Hasta cuándo seguiremos jugando a la política del avestruz y a esconder la cabeza en la arena? ¿Hasta cuándo evitaremos mirar las cosas de frente? ¿Hasta cuándo seguiremos dando la espalda, crispándonos contra toda crítica, en lugar de ver ahí una oportunidad de renovación? ¿Hasta cuándo continuaremos posponiendo ad calendas graecas una reforma que se impone y que se ha abandonado demasiado tiempo?
+Sólo mirando decididamente hacia delante y no hacia atrás la Iglesia cumplirá su misión de ser «luz del mundo, sal de la tierra, levadura en la pasta». Sin embargo, o que constatamos desgraciadamente hoy es que la Iglesia está en la cola de nuestra época, después de haber sido la locomotora durante siglos.
+Repito lo que decía al principio de esta carta: «¡SON MENOS CINCO!» -¡fünf vor zwölf!- La Historia no espera, sobre todo en nuestra época, en que el ritmo se embala y se acelera?.
Toda operación comercial que constata un déficit o disfunción se reconsidera inmediatamente, se reúne a expertos, intenta recuperarse, se movilizan todas sus energías para superar la crisis. ¿Por qué la Iglesia no hace otro tanto? ¿Por qué no moviliza a todas sus fuerzas vivas para un aggiornamento radical? ¿Por qué?. ¿Por pereza, dejadez, orgullo, falta de imaginación, de creatividad, quietismo culpable, en la esperanza de que el Señor se las arreglará y que la Iglesia ha conocido otras crisis en el pasado?. Cristo, en el Evangelio, nos pone en guardia: «Los hijos de las tinieblas gestionan mucho mejor sus asuntos que los hijos de la luz…»
ENTONCES, ¿QUÉ HACER?… La Iglesia tiene hoy una necesidad imperiosa y urgente de una TRIPLE REFORMA:
1. Una reforma teológica y catequética para repensar la fe y reformularla de modo coherente para nuestros contemporáneos. Una fe que ya no significa nada, que no da sentido a la existencia, no es más que un adorno, una superestructura inútil que cae de sí misma. Es el caso actual.
2. Una reforma pastoral para repensar de cabo a rabo las estructuras heredadas del pasado.
3. Una reforma espiritual para revitalizar la mística y repensar los sacramentos con vistas a darles una dimensión existencial, a articularlos con la vida.
Tendría mucho que decir sobre esto. La Iglesia de hoy es demasiado formal, demasiado formalista. Se tiene la impresión de que la institución asfixia el carisma y que lo que finalmente cuenta es una estabilidad puramente exterior, una honestidad superficial, cierta fachada. ¿No corremos el riesgo de que un día Jesús nos trate de «sepulcros blanqueados»?.
Para terminar, sugiero la convocatoria de un sínodo general a nivel de la iglesia universal, en el que participaran todos los cristianos -católicos y otros- para examinar con toda franqueza y claridad los puntos señalados más arriba y los que se propusieran. Tal sínodo, que duraría tres años, se terminaría con una asamblea general -evitemos el término «concilio»- que sintetizara los resultados de esta investigación y sacara de ahí las conclusiones.
Termino, Santo Padre, pidiéndole perdón por mi franqueza y audacia y solicito vuestra paternal bendición. Permítame también decirle que vivo estos días en su compañía, gracias a su extraordinario libro «Jesús de Nazareth», que es objeto de mi lectura espiritual y de meditación cotidiana.
Suyo afectísimo en el Señor,
P. Henri Boulad, s.j.
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Es axiomático, estimado Freeman; todos estos acontecimientos están anunciados, aquí no hay «tutía»; ésto se acabó, y cada vez peor: El mundo va teniendo más conocimiento de lo que es falso y de lo verdadero: El Vaticano caerá, lo mismo que el catolicismo, sus mentiras, sus secretos serán conocidos y sus «vergüenzas» hechas vistas, y diremos: «Lo que era y lo que es».
Así es Manuel, «no hay más tutía», y «se pongan como se pongan» a la Iglesia (la estructura institucional y jerárquica) «ya no la salva ni Cristo», en base a su profunda y encubierta corrupción, y fundamentalmente por haber desvirtuado, manipulado y tergiversado la letra y el espíritu de las enseñanzas originales que dio el Maestro Jesús, algunas de las cuales pueden conocerse conservando aún parte de su naturaleza prístina original en los llamados Evangelios Apócrifos, censurados y sepultados por las jerarquías eclesiales casi desde el comienzo del cristianismo, aplicando lo de «lo que no comprendo lo quemo (y quemo a quien lo defienda)», y lo de «lo que me obstaculiza o molesta o incomoda lo aparto, lo censuro y lo escondo», a golpe de anatema.
En fin, lo que está construido sobre pilares podridos cae por su propio peso.
Un cordial saludo,
Freeman
Creo que lo escrito en ese sentido ecuménico, va todavía mas allá y casi al estilo de E. M. Hemingway, a mi parecer ;hace uso de la teoría Iceberg y casi se transforma en reclamo y recordatorio, con un mensaje a los que no esta dirigida, se camufla en los modos aceptados, ejercitando el acto de la reconciliación, de manera velada ante el fariseo de ahora, al cual le recuerda que ha llegado la hora, ¨menos cinco¨para alertar a las buenas personas que vistan de fiesta, pues la boda a la que han sido invitados se ha de verificar y aquel que no este vestido, sera considerado en agravio y en las tinieblas quedara¨.Es una confesión de todas las omisiones y comisiones que han alejado a la institución ; de nuevo , a mi parecer: del nuevo mandamiento ¨Amaos los unos a los otros como yo os he amado¨ como elemento reformulador del objetivo final. Ademas del reconocimiento al manipuleo de los escritos vía “Mater et Magistra”, posponiendo su penitencia ad calendas graecas, desoyendo el evangelio priorizando la tradicion. Esto es lo que creo que realmente dice esta carta apelando al ¨quien tenga oidos que oiga¨
Compartiendo una nueva vision de Jesus como la mejor herramienta para el despertar de la conciencia.
Saludos!
Sí, efectivamente este jesuita egipcio dice más y va más allá de lo que parece. Y obviamente, se habrá mordido la lengua -para no contrariar al Papa y evitar levantar demasiado polvo en este mismo momento- con respecto a cuestiones bien lastimosas y sombrías que bullen y hieden intramuros del Vaticano. Bastante ha hecho al enviarle al señor Ratzinger esta carga de profundidad, llena por lo demás de sentido común y claridad. Y aún con toda la delicadeza de la misiva, nadie puede equivocarse al interpretar la frase «son menos cinco».
…y el tiempo sigue corriendo.
Un cordial saludo,
Freeman