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“El Don de comunicar”. Profundo, revelador y contundente testimonio sobre el mundo del periodismo, desde dentro

El Don de comunicar

Sólo una visión sobre el periodismo y la libertad

Wallie, Liberación AHORA. Procedo de un linaje de al menos tres generaciones de periodistas. En mi casa, antes de saber quién eras, ya te habían asignado silenciosamente el título de periodista. “Todas las mujeres a las que toco con mi presencia, las convierto en periodistas“, me decía mi padre con orgullo. En casa podía no haber dinero ni comida en la nevera pero información, noticias, titulares, frases sentenciosas describiendo la realidad según el ojo avizor del periodista, estaban a la orden del día y se servían en mi plato como un cóctel vitamínico a menudo explosivo.

Crecí con una visión absolutamente idealista del Periodismo, viendo el potencial liberador y educador de la profesión, al tiempo que disfrutaba de las historias de una generación de periodistas que, parecidos a Indiana Jones, exploraban la realidad compitiendo con sus compañeros de trabajo por ser los primeros en obtener su tesoro:  ver, captar, presenciar, describir y publicar la noticia.

Años después, escuchando las batallas de guerra de los periodistas, incluidas las mías propias, me pregunté si en aquella época, lo más importante era realmente informar o ser el primero en estar ahí para contarlo: ¿la información o el ego del periodista?

En casa, cada generación de periodistas ha renegado de algún modo de la anterior generación, en un esfuerzo quizás por diferenciarse o más bien por evolucionar y llevar su propia visión y comprensión de la realidad hacia un nuevo horizonte.

Si mi abuelo compartió piso con Rodolfo Valentino en Hollywood, viviendo desde dentro la noticia del mundo del cine, disfrutando los alegres años 20, y mi padre compartió vivencias con líderes mundiales del mundo contemporáneo, ¿de qué modo iba yo a ser diferente? ¿De qué modo germinaría y daría expresión a mi propia semilla personal? No era tarea fácil…

Salvo algunos periodos extraños de mi vida, siempre he tenido un libro que leer y una pluma con que escribir. Desde niña, la escritura ha sido para mí un vehículo terapéutico con el que volcaba sobre el papel todas mis emociones,  y a través de la cuál  -como Rousseau en sus Confesiones- buscaba comprender afanosamente mi propia psique, arrojando sobre el papel mis patrones de pensamiento y sentimiento, dejando así aflorar el lenguaje simbólico con el que sanan nuestras mentes.

En algunos momentos, escribía la palabra Diferente con doble f, acostumbrada al francés, y decía con acento norteamericano un “Mamá, quiero ir a la calle” cuando con 4 años y más acostumbrada al inglés, pretendía escabullirme de casa. ¡Los idiomas expanden la mente pero multiplican los errores al escribir!

Ejercí activamente la profesión de periodista durante 15 años hasta que hice un alto en mi camino para reconducir mi vida y mi forma de comprender y perfeccionar este arte particular que es el comunicar.

De mi andadura profesional pasada, ejercida en tres décadas, de los ochenta hasta comienzos de la primera década de este siglo, descubrí muchas cosas, por supuesto, pero algunas de ellas son especialmente importantes para reconducir o encaminarme hacia nuevos rumbos.

En el año 92, cuando cerró el diario donde trabajaba, entré en una profunda depresión. No ya porque no encontrase trabajo, que no lo hice, sino porque el modelo idealista con el que había crecido, no se correspondía con la realidad que estaba observando a mi alrededor. El tipo de periodismo que se practicaba en mi entorno inmediato, las necesidades de las redacciones modernas de diarios y revistas, parecían no dejar más que un ínfimo espacio a ese Indiana Jones del reporterismo inculcado por ese idealismo de mi juventud. Con la depresión aterricé en una realidad que no me gustaba y que no me sentí con fuerzas para cambiar.

Entre las cosas que me obsesionaron y que volvían loco al psiquiatra que me atendió, y a mi padre, estaba la idea de cuestionar toda la realidad que mis ojos veían. Sentí de pronto, que el periodista, salvo en raras ocasiones, no accede realmente a la fuente de información  original y por ello, no puede transmitir en su totalidad, la veracidad de un hecho. Trabajando en las redacciones, me di cuenta de que caemos en asumir muchas cosas: nos llegaba un teletipo con una noticia y la asumías como cierta, la documentalista te pasaba una serie de datos para tu artículo y con las prisas, los asumías como válidos y como plataforma de tu trabajo. Al final del día, ¿qué tanto de lo que has escrito es puramente real?, ¿puedes, humanamente hablando, contrastar toda la información que manejas? “Dicen que dicen que dicen”, al final el periodista se limita a repetir lo que dicen los demás sin tener ni tiempo ni medios para contrastar la información. ¿Es eso periodismo? Al igual que los gobiernos del mundo entero dedican bien pocos medios a la Investigación y al Desarrollo, en periodismo, apenas sí se dedican fondos a los grandes reportajes de investigación.

Uno de los argumentos que hoy en día esgrimen quienes intentan investigar en las cloacas de los gobiernos de turno, y que algunos han dado en llamar los “teóricos de la conspiración”, está en la reflexión que hacen de que quienes nos gobiernan acostumbran a compartimentalizar la información. Con  ello, en la larga cadena que se forma desde que una orden se transmite hasta que se ejecuta en todos sus niveles, nadie en esa cadena posee la totalidad de la información veraz ni la finalidad última de las órdenes que recibe. De ser así, y esto es una asumción (assumption) también, ¿se encuentra el periodista igualmente compartimentado, incapaz de acceder a la visión global sobre el asunto del que desea informar?

Y más importante aún: si quien ve la realidad, la está creando en cierto modo, al enfocarse en determinados aspectos de la misma, agrandando o empequeñeciendo detalles según su nivel de conciencia y capacidad de comprensión de lo que ve… ¿estamos acaso a merced de transmitir una visión sesgada de la realidad por nuestra propia incapacidad de abarcar una visión más profunda y multidimensional?

Si el psicólogo tiene como obligación el psico analizarse con el fin de conocerse a sí mismo y evitar así la proyección de sus propios traumas sobre su paciente,  ¿no tiene acaso el periodista -como responsable de describir la realidad con veracidad- que conocerse a sí mismo antes de pretender conocer aquello que le rodea? Me pregunto, ¿cuantos fantasmas, demonios (logismoi) y botellas de güisqui dictan muchas de esas crónicas, omitiendo parte de la realidad que sí nos rodea, por miedo a una condena o por derrotismo embriagador?

No hace falta hilar muy fino para ver que la información de actualidad, transmitida hoy en día por los medios es totalmente sesgada, en el sentido de que la misma elección de temas se realiza desde una perspectiva concreta: la negatividad y el desastrismo. Salvo honrosas excepciones, las muertes por calamidad, desastres naturales, guerras y conflictos, enfrentando a un ser humano contra otro, tienen primacía sobre un sinfín de noticias que nos hablan de nuevas posibilidades de hacer las cosas, nuevas actitudes y mentalidades mucho más positivas y constructivas que ayudarían a la sociedad a dar el giro tan necesario para su misma supervivencia. Y si esto es así, ¿por qué es así?

¡Menos balas y más lápices!

Comprendo que el periodista quiera estar al pie de la noticia denunciando las injusticias. Sin embargo, si, año tras año, al fotografiar la muerte en primera persona, el periodista se encuentra con armas fabricadas en su propio país… ¿No será que justamente, el trabajo de informar, más que acabar con el problema, lo sigue perpetuando o por lo menos fomentando? (Fabricamos el problema para desestabilizar los sistemas político-económicos de otros países con el fin de aportar nuestras soluciones más rentables, es decir la venta de armas a esos países y grupos? Problema-reacción-solución) ¿Es el periodista una víctima  inconsciente, un eslabón necesario para generar más miedo y vender más armas e implantar mecanismos de control y restricción de libertades? ¿Acaso es ese el rol que desea para sí mismo el periodista de hoy en día?

Recuerdo cuando sutilmente los equipos directivos de un periódico donde trabajé nos sugerían que escribiéramos más sobre la visita del Papa a determinados países porque grupos mediáticos de derecha y católicos estaban en negociaciones por comprar ese medio de comunicación… ¿Qué hubiera hecho un detractor del periodismo ante aquello?, ¿Ponerse como una odalisca, rechazar la presión y arriesgar los puestos de trabajo de todo un equipo? ¿Dónde termina la valentía y empieza la estúpida osadía? La rebelión a pecho abierto no es fácil y uno paga su precio, de ello doy buena fe.

La gente cada vez más le da la espalda a la televisión, empachada con negatividad. Muchos recurren exclusivamente a Internet como fuente de información ofreciéndoles al menos la posibilidad de elegir un menú informativo o des-informativo a la carta. Otros se refugian en sus islas de espiritualidad, buenas vibraciones y contemplación para contrarrestar así la toxicidad de la información de los medios de información tradicionales. Otros muchos, siguen aceptando esa sopa boba a la que miran en trance, acostumbrados por sus padres a tragar información sin procesar ni digerir desde su tierna infancia.

Cada vez más detractores ven a los periodistas, antaño héroes o aventureros,  convertidos hoy, por su pasividad, en cómplices del sistema, incapaces de denunciar (y tomar medidas pro-activas) desde sus adentros aquello que sospechan, porque eso sería como orinar sobre la mano que les da de comer, y no pueden. Frustración, recurso al alcohol y muchas úlceras se convierten en la alternativa menos destructiva que enfrentarse a su profesión y sentirse aislados frente al sistema.

“Someone said: -what is so progressive about the media?

-it’s the spreading of darkness at the speed of light”.

-Terence Mkenna-

(“Alguien dijo: ¿qué hay de tan progresista sobre los medios de comunicación?

-El hecho de difundir la oscuridad, a la velocidad de la luz”)

-Terence Mkenna.

Para muchos la televisión (Tell- A-Vision–la que te da una sola visión), la radio y la prensa se han convertido (o acaso siempre lo fueron), en máquinas de propaganda y manipulación de la realidad con fines educativos. En algunas redacciones por las que he pasado, reivindicar tus derechos de trabajador o de colaborador era castigado con el ostracismo y el exilio, y muchos compañeros confesaban en privado que “con tal de publicar en este medio, me bajo las bragas (los calzoncillos) y hago lo que sea“….ante tal actitud… ¿Qué perspectivas reales tiene la profesión de realizar, desde dentro, los cambios tan necesarios para ser fiel a su misión de informar con objetividad y buscar la verdad? (sobre el maltrato al colaborador de prensa se debería escribir un libro, por la vergüenza que supone tratar así al miembro más precario de la profesión y, sin embargo, al más creativo. Quizás es por ello que los mantienen aplastados y en situación económica tan vulnerable).

En el año 2001, comuniqué a mi familia que abandonaba la profesión y que me iba a dedicar a estudiar budismo. ¡Aquello fue peor que alta traición! Sentí que como el Buda Gautama, estaba rompiendo con las expectativas de un linaje ya encarrilado hacia una dirección muy concreta y con ello coseché aún más enemistad, distanciamiento e incomprensión.

-”Has tenido una salida de caballo inglés y una llegada de burro manchego“, me había dicho mi progenitor en numerosas ocasiones al ver cómo mi carrerón periodístico empezaba en la Guerra del Golfo y terminaba en la redacción de un programa de prensa rosa (de lo peorcito, para quien siempre odió la prensa del corazón, como es mi caso. Pero tenía que comer.). Fue una aventura interesante en las cloacas del periodismo dónde, algunas veces, aquellos informadores expresaban la sórdida verdad de un aspecto bien real de nuestra sociedad que el periodismo mucho más refinado reprime y auto-censura. Fue en ese programa televisivo de máxima audiencia donde pude comprobar mejor que nunca cómo muchas verdades fueron calladas después de una llamada telefónica, y cómo algunos testimonios temían realmente por su vida. Los mejores trabajos de investigación histórica sobre este país han sido firmados por extranjeros. Me pregunto porqué… ¿qué hipnosis o miedo colectivo nos tiene atrapados y cegados en la auto-negación?, ¿tan traumatizados estamos como sociedad, que no somos capaces de abrir los ojos y actuar ante lo que vemos?

Hay quien dice que uno tiene al gobernante que merece. Si es así, también tiene a la prensa que merece. Bajo este prisma, quizás sea hora de que hagamos revisión interna como sociedad que somos y desde la base de la pirámide, asumamos nuestra responsabilidad ciudadana y comencemos así a resolver nuestros problemas sin esperar a que los demás descubran las soluciones o nos descubran cuál es la Verdad. Cuando entregamos nuestro poder personal al médico, al cura, al militar, al banquero, al político, al periodista o historiador, al científico, al artista o al tecnócrata, nos hemos quedado vacíos. ¿No nos convertimos acaso sino en meros consumidores de aquello que nos dictan otros grupos con fines muy alejados a los del bien común?

Por mi experiencia personal, cuando intentas ser tú mismo y te codeas mínimamente con estructuras de poder suceden dos cosas: o te apartan de tu trabajo, o te intentan comprar ofreciéndote poder y un puesto en su sistema. Para ese sistema que busca preservarse a si mismo por encima de todas las cosas y del bien común, tener ciudadanos que son ellos mismos -auténtica y genuinamente ellos mismos-, es peor que estar sentado bajo la bomba atómica. La libertad individual basada en la conciencia despierta, libre de manipulación, es la enfermedad más tóxica para el viejo sistema en el que vivimos, por ello, todo lo que nos es ofrecido está encaminado a que sigamos pasivamente en este estado de trance social, incapaces de despertar y asumir nuestro poder personal. ¿Por cuánto más tiempo seguiremos así?

A mediados de la presente década, dolidos por una problemática social que estaba afectando a una parte de la sociedad, escribimos un libro aportando soluciones prácticas a esa situación de violencia. Auto-publicamos la obra con el fin de que así tardase menos tiempo en llegar a todo el mundo. Regalamos nuestro trabajo creativo a todas las instituciones españolas relacionadas con esa problemática social. No recibimos respuesta alguna de nadie a excepción de una institución, (básicamente porque la hija de la funcionaria, tras leer el libro, pensó que nuestra obra contenía buen material, de beneficio las personas afectadas). Una gran organización no gubernamental, con fuerte financiación europea, se entusiasmó con el libro y su presidente se mostró absolutamente apasionado por difundir nuestro trabajo entre el colectivo afectado en España. Veinticuatro horas después de aquel ofrecimiento y la inminente firma de un acuerdo y ante nuestra total sorpresa, dejó de contestar al teléfono y nunca más supimos de él. ¿Nuestras soluciones habían caído misteriosamente en desgracia o más bien una mano invisible había pegado el tijeretazo? Quién sabe. No es la primera vez que me encuentro con esos frenazos misteriosos y silenciosos en mi camino.

¿Qué mensaje se escondía en nuestra obra que podía tocar soberanamente las teclas del sistema? Un mensaje muy sencillo y a la vez muy poderoso: quien nos agrede siempre lo hace mediante una proyección mental. Si somos capaces de tomar conciencia de ello, el embrujo se desvanece y despertamos.

De aquella experiencia aprendí tristemente que este sistema no está interesado en buscar soluciones creativas y constructivas sino que es probable que el sistema mismo cause los problemas para así aportar SUS soluciones, que no están precisamente encaminadas hacia lograr un mayor desarrollo y libertad de sus ciudadanos. Uno necesita tiempo y distanciamiento para poder contemplar las cosas con perspectiva y claridad y es precisamente eso lo que se nos niega: el tiempo y la tranquilidad mental. “Por sus frutos les conoceréis” dijo un hombre sabio, y es así. Analiza siempre cuál es el fruto o el remedio aportado por el sistema ante lo que sucede y así sabrás cuál es la intención original: ¿hacia la libertad o hacia el encadenamiento o la pérdida de soberanía personal?

Es posible que el periodista haya creído que gozaba del don de comunicar y que este don era un privilegio vitalicio y hasta hereditario (como llegué a creer). Sin embargo, uno puede perder sus talentos por falta de empleo o por su mal uso. Es quizá por ello que hoy en día, muchos ciudadanos prefieren recurrir a Internet para informarse o desinformarse en un menú a la carta según sus criterios personales alejados de los dogmas oficiosos del “sistema”. Sin duda alguna, incluso muchos periodistas que sufren de la auto-censura en sus medios recurren a Internet para difundir aquello que saben que no pueden divulgar de otros modos.

No es fácil documentarse ni acceder a fuentes de información realmente fiables y que disponen de toda la información real de un asunto. Sin embargo, dejar de hablar de ello porque no disponemos de todas las pruebas válidas ante un Tribunal, sólo servirá para que, quienes saben esto mismo, continúen perpetrando sus fechorías. Con la fragmentación de la realidad, en distintos estamentos, grupos, subgrupos, niveles nos encontramos con que cada vez resulta más difícil al investigador, ya sea un periodista o un ciudadano de a pie, recomponer las piezas del puzzle informativo y por esto mismo, es necesario emplear nuevas herramientas para poder acercarnos a descubrir esa verdad.

Hasta la fecha, la razón ha sido la gran diosa del periodismo. Recuerdo en mi casa acusaciones de ser una soñadora, fantasiosa, y de tener mucha imaginación, aspectos estos últimos que -según mi educador principal- no me serían muy útiles. Con ello, lo que se producía en la niña que un día fui, era una atrofia en el uso de ambos hemisferios cerebrales, el izquierdo y el derecho, enfrentando a la razón y la imaginación para así compartimentar. ¿Se hizo a posta o simplemente por ignorancia? Pues no lo sé y no importa. Ha sido un mal social que ha existido desde hace siglos. Gracias a esa división, apartando el aspecto imaginativo de nuestras mentes, hemos ido perdiendo la capacidad de ver y comprender la realidad de un modo global. La hemos compartimentado de tal modo que hemos perdido el acceso a la mitad de la información que podríamos percibir si nuestros hemisferios estuvieran sincronizados y trabajasen el uno a favor del otro y no el uno en contra del otro. Herramientas como la visión general de las cosas, la intuición, el conocimiento interno, la proyección, la imaginación, se nos escapan de las manos a la hora de intentar comprender la realidad que nos rodea y nos quedamos simplemente con los datos, las cifras, los hechos. Es limitar nuestra realidad de por sí multidimensional y dejarla plana, unidimensional. El inglés es un idioma muy revelador, fijaos que en la palabra NUMBERS está el verbo NUMB, entumecer. ¿Nos quieren acaso aturdir con el baile de cifras, con estadísticas y fríos datos que nos impiden ver las intenciones reales detrás de las informaciones que presentan al ciudadano justo a la hora en la que está comiendo (no puede pensar porque está comiendo luego traga mensajes sin digerir) y a la hora en la que practica tumbing en el sofá y ya está en trance (ondas alfa) y máxima receptividad ?

La batalla por el control de nuestras mentes ha comenzado hace mucho mucho tiempo. Tristemente no es una realidad paranoica del maniaco-depresivo, del soñador, del conspirador o del aburrido. Es una realidad clara como el agua. El comportamiento humano lleva siglos estudiándose, no ya para ayudarnos a mejorar y así crecer en libertad sino para controlarnos y manipularnos con fines políticos, socio-económicos y ahora sobre todo comerciales. Cuando en los años veinte las tabacaleras contrataron a grandes publicistas y psicólogos para aumentar sus ventas de tabaco introduciendo este vicio en el colectivo femenino, contrataron a una decena de femmes-fatale e invitaron a la prensa para que las fotografiaran en Nueva York, fumando y enseñando pierna. ¿Acaso eso era periodismo sobre el movimiento liberador de las mujeres o estábamos ya ante la publicidad encubierta?, ¿Estábamos liberando así a la mujer o encadenándola a un supuesto rol de liberada, a costa de la salud de sus pulmones, de la oxigenación de su cerebro pensante?

Además de la división de hemisferios cerebrales, de razón e imaginación, está la poderosa división entre cerebro y corazón o entre pensamientos y emociones, una división que a menudo se ha realizado a costa de la unión entre hombres y mujeres, fomentando así una guerra de sexos muy real y que lleva años dividiendo a la sociedad. Es por ello que en la profesión de periodista, sutilmente se fomenta la desconexión con las emociones con el fin de aislar al informador de una de las piezas clave de su instrumental: la intuición, el “gut feeling” (sentimiento intestinal, tan descriptivo en el idioma inglés). Desconectado así de ese aspecto tan humano, el informador se queda nadando en el océano de las ideas y desde esa dimensión la manipulación se hace mucho más sencilla: basta con repetir las cosas hasta la saciedad creando un ambiente óptimo para así producir el resultado deseado: un trance social, periodístico, profesional. (Hay quienes han estudiado que el sonido que sale de un aire acondicionado en una sala grande puede dejar en trance a toda la audiencia… ¿sencillo, no?). Si en Reino Unido utilizan frecuencias de sonido estratégicamente colocadas en las esquinas de los colegios para ahuyentar con el sonido a los jóvenes y evitar que se concentren en esas calles al salir de dichas instituciones (abiertamente publicado en la prensa inglesa), ¿Qué no se estará realizando a nivel sónico en otros espacios-lugares-situaciones?

-¿Qué pildora elegirá el periodista?-

Es posible que el primer hipnotizado sea el periodista, y hablo con conocimiento de causa. Pero está tan bien hipnotizado que ni lo sabe y por ello, ¡continúa su trabajo, atacando a quien ose decirle lo contrario! Me recuerda mucho a la película Holy Smoke, en la que intentan desprogramar a una hippy cuando en realidad, la sociedad que busca desprogramarla está ella misma programada para la decadencia, y su proceso de descomposición inconsciente es mucho peor que el del personaje encarnado por Kate Winslet.

«Una de las lecciones más tristes de la Historia es ésta: si hemos sido engañados por un largo tiempo,

tendremos tendencia a negar cualquier evidencia de que hemos sido engañados«

Carl Sagan.

Si el periodista no sabe quién es, si no tiene la conciencia suficiente para poder despertar del trance, si se encuentra desconectado profesionalmente de su corazón y sus emociones, si no distingue lo que son sus pensamientos de los que le son auto-impuestos en forma repetitiva, reduciendo su ángulo de visión hasta sólo contemplar aquello que se desea que contemple, ¿cómo puede, humanamente hablando, informar en libertad? Está en una piscina informando sobre el movimiento de esas aguas particulares, ajeno a que fuera de ese recinto hay un mundo y un océano de causas y motivaciones detrás de aquello que percibe en su limitado espacio. Nos han hecho vivir en la dictadura de la casualidad, obviando que detrás de cada gesto u acto existen poderosas causalidades que explican las motivaciones de nuestros gobernantes y de su sistema. No entendiendo los porqués, no podemos fácilmente recomponer el puzzle ni descubrir la prisión sin rejas en la que hemos nacido.

Pero existen otros colectivos, presos ellos también de una campaña de acoso y desprestigio en cuanto intentan desvelar datos que ponen en tela de juicio la verdad sobre la mismísima Historia de la Humanidad. Basta con bucear un poco dentro y fuera de este país para descubrir testimonios de profesionales del mundo de la arqueología y antropología que han sido apartados drásticamente de sus proyectos cuando han osado demostrar dataciones que colocarían a nuestra civilización como habiendo existido desde tiempos muy remotos y habiendo disfrutado de niveles de avance muy superiores a los admitidos por el Establishment actual. No pudiendo acceder a nuestra historia verdadera, es decir, no sabiendo de dónde venimos, ¿cómo vamos a pretender saber hacia adónde vamos? Y es en esa encrucijada de grandísima amnesia que se encuentra el ser humano actual ,capaz de repetir los errores y tragedias del pasado porque no es capaz ni se le ha permitido recordar quien es.

No nos queda mucho tiempo para despertar y si aquellos profesionales de la información no pueden ofrecer su don, el de comunicar y descubrir la verdad, otros harán su trabajo por ellos, como así está sucediendo, y buena muestra de ello es el trabajo realizado incondicionalmente por este comprometido blog. Los desheredados, aquellos que ya han perdido todo en otras esferas de la sociedad y ámbitos profesionales, se encuentran en mejores condiciones de poder servir en esta misión, porque han perdido el miedo a la pérdida. Lo han perdido casi todo: ambición, fama, prestigio, relaciones profesionales, amistosas, personales. ¿Qué más tienen que perder? Ahora, en libertad, pueden trabajar. Y lo harán. Gracias por estar ahí.

Con amor,

Wallie

Nota al lector: Utiliza tu intuición para discernir la verdad o falsedad de lo que digo. No tomes todo lo que leas como una verdad absoluta ya que no lo es. Lo escrito no tiene ánimo de atacar a un estamento social sino que tiene como propósito invitar a la reflexión y sobre todo a la acción constructiva y positiva. En este barco estamos todos, para bien o para mal, juntos. Somos Uno y podemos crear un mundo mejor, estoy convencida de ello.  Sólo necesitamos tomar la decisión de que queremos el cambio para el bien de todos y aportar en la medida de nuestras posibilidades nuestro granito de arena en esa tarea colectiva. Hagámoslo, ¡Ya! ¡Entre todos, podemos!

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Para ampliar la información, Liberación AHORA recomienda la lectura de:

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