Precisiones acerca del vigente orden de cosas y sus defensores más enconados

Escrito por Freeman y publicado en Liberación AHORA, el 17 de enero de 2010

Cuando se contempla el conjunto de hechos, situaciones y dinámicas que  -encubiertas u ocultadas por el poder global y el sistema institucional y mediático establecido- jalonan la realidad diaria de la actividad de los medios de información libre, suele hablarse popularmente -entre otros términos- de secretos de estado, nuevo orden mundial, mafia, élite, corrupción institucional y, con gran frecuencia, de conspiración (así como de otras palabras y expresiones derivadas de esta última).

Mas, en sentido estricto, estimo que no es apropiado hablar de una conspiración a nivel global o de un conjunto heterogéneo de conspiraciones puntuales, sino más bien de un complejo estado u orden general de cosas que se remonta milenios atrás y que ha evolucionado y perdurado hasta nuestros días, con un núcleo fundamental de poderosas familias, linajes y clanes agrupados en torno a sociedades secretas, poseyendo, controlando y manejando desde la sombra todos los estamentos, recursos, poderes y resortes de la sociedad, merced a dinámicas y conocimientos elitistas/iniciáticos -transmitidos de generación en generación y ampliados y actualizados con el paso del tiempo- por los cuales han controlado y sometido fácilmente a la Humanidad (empleando y recurriendo a todo medio posible), sin que ésta fuera consciente de ello, ni de la existencia o identidad de sus captores.

Así, en todo caso, tendríamos que hablar de conspiración milenaria, contínua, permanente o cronificada, en perjuicio de todo el colectivo humano en general, y dirigida con mayor violencia contra aquellos individuos, iniciativas o naciones especialmente «molestos» en particular. Pero entonces ya la palabra perdería el matiz  puntual y transitorio de su significado original, así como tampoco acompasaría con el carácter individualizado o la naturaleza específica de quien es objeto de conspiración, conforme a la definición que la RAE predica de esta palabra, y que es la siguiente:

Conspiración (Del lat. conspiratĭo, -ōnis): 1. f. Acción de conspirar (unirse contra un superior). 2. f. Acción de conspirar (unirse contra un particular). También según el DRAE, en cuanto a conspirar (Del lat. conspirāre), tenemos: 1. intr. Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano. 2. intr. Dicho de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño. 3. intr. Dicho de dos o más cosas: Concurrir a un mismo fin. 4. tr. ant. Convocar, llamar alguien en su favor.

Por otro lado, las palabras y expresiones tales como conspiración, teorías de conspiración y conspiranoicos -esta última muy popularizada y de tenor peyorativo-, junto a términos tan curiosos como magufo (combinación entre mago y ufólogo, con el sentido de engañabobos) se convierten por sí mismas en el principal (y nulo) «argumento» de descalificación que emplean despectivamente -y a menudo de forma indiscriminada- tanto los interesados en que todo siga igual e impune (toda una gama de cómplices, partícipes, autores y coautores del sistema de esclavitud humana), como también los desinformadores profesionales y aquellos otros «desinformadores amateurs», quienes suelen denominarse a sí mismos «escépticos», siendo en realidad personas profundamente apegadas a sus propias creencias -todo lo contrario del auténtico escepticismo(1)-, muy crédulas con las verdades oficiales, y que expresan un rechazo visceral -lleno de animosidad y virulencia- hacia todo aquel que no comparta o responda a los esquemas o tópicos convencionalmente admitidos.

Es precisamente este fundamentalismo ideológico, este integrismo cultural (fanático, violento, agresivo), lo que incapacita a estas personas para un saludable escepticismo, así como -por ende- para la recta práctica científica.  Puesto que, en suma, reflejan inconsciencia y adolecen del suficiente bagaje cultural y experimental, y de la madurez, percepción, sentido crítico y discernimiento suficientes, que les brindarían la capacidad de ver un poco más allá de sus propios prejuicios y esquemas mentales rígidos limitantes, grabados a fuego por el mismo sistema de sociedad con el cual se identifican y al que defienden con uñas y dientes, manifestando así su temor al cambio, al crecimiento: a entrar en terreno no-conocido.

Es bien sabido que la uniformidad ideológica y estructural de la masa del rebaño social es el refugio tradicional de la mediocridad y la cobardía, que se esconde o camufla detrás de instituciones y autoridades, amparándose en conceptos como ciencia, ley, orden, tradición, patria, bandera, moral, religión (o ateísmo), realismo y sentido común (del cual parecen haberse apropiado, diseñándolo a su gusto); todos los dichos conceptos instrumentalizados y manipulados según conviene o interesa. Y es allí -en el grueso de la masa homogénea- donde los seres deshumanizados de mentalidad primaria encuentran además su fuerza, su identidad, su sentido de pertenencia (donde lo diferente y el diferente son el enemigo a batir); es allí donde además -y lo que es más grave- hallan la sensación de estar legitimados para desarrollar las conductas más abusivas e incluso perpetrar -llegado el caso- los más horribles crímenes, justificados en la obediencia debida, y en nombre de los principios y mitos en los que han sido sutilmente adoctrinados desde el nacimiento, y a los cuales se deben. Así, han hecho carne el verbo que reza «es mejor no pensar; pertenecer tiene sus privilegios». Mientras, la élite del poder establecido se frota las manos.

No obstante, tanto el aún vigente sistema socioeconómico como sus acérrimos guardianes y defensores, han venido desarrollando su papel durante todos estos siglos, cumpliendo fielmente su función dentro de esta Gran Obra, cuyo pleno sentido y profundo propósito se nos escapan todavía, y que ahora -en este tiempo convulso e incierto de caídas y revelaciones- no sólo cierra ya un largo y azaroso capítulo, sino un tomo completo, donde toda la raza humana es examinada y ha de probar el aprendizaje realizado a través de un casi interminable rosario de muy duras lecciones individuales y colectivas. Sólo así podremos abrir -y abriremos- página en un nuevo tomo de nuestra historia, ya por fin protagonizado por una Humanidad consciente, armónica y empoderada -una hermandad de hombres, una familia unida en la paz y en el Amor, con el planeta y junto a todo ser vivo -, en una nueva Tierra que recordará al prístino jardín de Vida que fue en tiempos remotos.

De tal modo que, para todos aquellos que de una manera u otra estamos percibiendo y anticipando este panorama más amplio y elevado, y que estamos de hecho construyendo y materializando poco a poco este nuevo paradigma, es natural sentir cada vez más genuina compasión y comprensión por quienes se ven a sí mismos como nuestros adversarios o contendientes; compasión en su sentido más humano y elevado, viendo en ellos el tesoro interno y eterno que algún día descubrirán en sí mismos. Pues todos hemos vivido esos papeles, todos hemos pasado por esas circunstancias, por esos oscuros peldaños evolutivos de la conciencia. Así pues, para estas personas -compañeros de camino al fin y al cabo-, va mi gratitud, mi reconocimiento y mi respeto por lo que son: seres humanos, mis hermanos, nuestros hermanos. Un día -más cercano de lo que pueda parecer- nos reuniremos todos ya en paz y alegría… «y el mundo será uno», como cantara John Lennon.

Freeman

(1) Escepticismo. (De escéptico e -ismo). 1. m. Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo. 2. m. Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos, que consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el hombre es incapaz de conocerla. (Definición del Diccionario de la Real Academia Española)

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