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Ágora 02, segunda entrega: El Universo Malvado. Todas las energías del Universo presentan dos polos

1 julio 2010

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02.2 – EL UNIVERSO MALVADO

Todo el Universo en que vivimos es mente. Volveremos sobre ello en detalle más adelante, pero por el momento quisiera presentar dos de sus características más importantes para nosotros:

02.2.1 Todas las energías del Universo presentan dos polos

Por todas partes encontramos parejas antagónicas con las que estamos familiarizados desde siempre. Por ejemplo: lo bonito y lo feo, lo justo y lo injusto, el día y la noche, la oscuridad y la luz, etc…

Lo que hay que entender, es que cada una de estas parejas no está compuesta por dos energías separadas, sino por una sola energía que presenta dos polos opuestos. Pensemos en el típico imán con sus dos polos, uno positivo y otro negativo. Cuando la energía se manifiesta en su aspecto positivo le damos un nombre (por ejemplo “placer”), y cuando presenta su aspecto negativo le damos otro nombre distinto (como “dolor”). Aunque le demos dos nombres, en realidad se trata de una misma energía que, dependiendo de su grado, identificamos como uno u otro.

El Tai chi tu (o “El supremo último”) es el símbolo emblemático del Taoísmo. Ilustra a la perfección esta propiedad bipolar de las energías mentales. El Yin está en el Yang al igual que el Yang está en el Yin, ambos abrazados el uno al otro formando un solo círculo. Lo negro y lo blanco eternamente juntos e inseparables, siendo un todo.

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En las inspiradas palabras de la antigua Filosofía Hermética:

Todo es doble; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semi-verdades; todas las paradojas pueden reconciliarse”.

(Hermes Trismegisto: “El Kybalion”, principio Nº 4 “De la Polaridad”)

Por esto el saber popular nos dice acertadamente que el amor se convierte fácilmente en odio. El “amor” mental es una energía polarizada, y como tal tiene su otro aspecto, el odio. Este “amor” dice cosas tan raras como “te necesito”, “eres mía”, “tengo celos”, o “hagamos el amor”. El Amor Verdadero nunca nos va a decir cosas así. No tiene un opuesto/complementario, pues como todas las energías superiores, no presenta polaridad (es decir, no hay nada opuesto al Amor Verdadero). Es un Poder maravilloso de entrega incondicional, ajeno a las necesidades biológicas de reproducir los genes de la especie. No necesita nada ni a nadie, no posee nada ni a nadie, no siente celos por nada ni por nadie, y desde luego no es algo que nadie pueda “hacer”.

Dios no ama, es el Amor mismo. Sentimos resonar su vibración de Amor Verdadero con cualquier persona sin que importe su sexo o su edad (y en especial con aquellas que tienen un trato “amable”). También sentimos Amor Verdadero hacia las plantas o los animales (es muy real amar a tu perro o a tu gato, no hay ninguna locura en ello), o hacia un lugar amado, o una mirada, o un instante, hacia un juguete de la infancia, o un recuerdo feliz. No hay límites a lo que puede resonar con el Amor Verdadero, que todo lo llena, que todo lo transciende, que todo lo une y todo lo perdona. Nada que ver con el dúo amor/odio, cuya existencia está limitada a la polaridad de la mente.

Todo esto guarda relación con el tema que estamos tratando de “El Héroe y el Mal” porque ahora podemos comprender que el Bien y el Mal son una misma energía, un todo, que se manifiesta en su polo positivo o en su polo negativo.

Por eso el Bien se convierte fácilmente en Mal, y el Mal se convierte fácilmente en Bien. “Los extremos se tocan”, vamos a verlo con un par de ejemplos. Nuestra comida favorita cocinada en un sitio agradable nos va a parecer un placer (es decir, un Bien). Sin embargo, si aumentamos mucho la cantidad de alimentos que comemos, no obtendremos más y más placer indefinidamente, sino que pillaremos una indigestión. Es decir, tendremos un Mal ocasionado por aumentar un Bien. Lo mismo nos va a pasar con el alcohol, con el tabaco, con las medicinas o con cualquier otro Bien que tomemos o que utilicemos en exceso.

El caso complementario lo encontramos, por ejemplo, en la Homeopatía. Esta palabra significa literalmente “similar sufrimiento”. Es una técnica importante de sanación, que básicamente consiste en administrar al cuerpo enfermo una dosis infinitesimal de un veneno o tóxico, con el fin de estimularle una respuesta similar a la que debería tener contra el mal que ya está padeciendo. De esta forma se consigue fortalecer sus defensas naturales y el organismo supera por sí mismo la enfermedad. La Homeopatía es muy interesante por varios motivos, pero fijémonos ahora en el fondo de la cuestión: estamos añadiendo un Mal semejante al Mal que ya existe. Y lo que obtenemos no es un Mal mayor devastador, sino que la suma se convierte en un Bien muy deseado (en este caso, la sanación del paciente).

Una idea similar se encuentra en la base de la Toxicología moderna, como ilustra la famosa cita de Paracelso:

Todas las substancias son venenos; no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia a un veneno de una medicina”.

(Paracelso: “Von der Besucht”, 1567)

Es decir, el Bien se convierte en Mal y el Mal en Bien, dependiendo del grado que apliquemos. Viven el uno dentro del otro como en el símbolo taoísta, y no se pueden separar pues ambos son siempre una misma energía.

En lugar de imaginar el típico imán con sus dos polos separados, es más útil visualizar cada energía como un dial circular que se puede girar a derecha o a izquierda. Si lo ajustamos a su extremo superior (a las 12 en punto, si fuera un reloj), la energía estará por completo en su polo positivo. Y si lo ajustamos a su extremo inferior (las 6 en punto del reloj), estará al máximo de su polo negativo. Si vamos girando el dial (da lo mismo a la derecha o a la izquierda), la energía gradualmente pasará de positiva a negativa y viceversa. De forma similar a como el día sigue a la noche, y la noche sigue al día. Si giro mucho el dial, paso de la zona del Bien a la zona del Mal. Y si lo sigo girando más allá de su punto álgido de Mal, volverá a entrar otra vez en la zona del Bien.

Hay que comprender que el Mal (al igual que el Bien) es nuestro propio cuerpo físico, todos nuestros sentimientos y todos nuestros pensamientos. No así nuestra alma inmortal que, como veremos más adelante, se encuentra más allá del Bien y del Mal. El alma está fuera de la mente, vibrando a frecuencias más elevadas de energías integras no polarizadas.

Es útil visualizar nuestros cuerpos, sentimientos y pensamientos como un gran panel de diales. Podemos ajustar cada dial (cada energía) de forma independiente según nuestra voluntad. El Mal no nos viene de fuera, es una propiedad inherente a nuestro propio cuerpo según cómo establezcamos dichos ajustes.

Igualmente el Mal es todo el Universo en el que estamos inmersos, está en todas las cosas que nos rodean. O mejor dicho, es la propia composición de todas las cosas universales. Si con algún aparato inimaginable pudiéramos destruir por completo el 50 % “maligno” de todo el Universo, no nos quedaríamos con un 50 % “benigno” y asunto solucionado. Lo que tendríamos sería un Universo tristemente reducido a la mitad, cuyas energías seguirían todas oscilando entre sus dos polos positivos y negativos.

Recordemos ahora películas como “El Señor de los Anillos”, cuando van todos los héroes armados con sus espadas y sus hachas dispuestos a pegarle un palizón tremendo al Señor del Mal y que se entere de una vez. Esto queda muy bonito en la ficción, pero es materialmente imposible de llevar a la práctica. Lamento desilusionar, pero no se puede combatir al Mal de ninguna manera. De igual forma, tampoco es posible negociar ni pactar con el Mal.

Me parece que nadie acierta a expresarlo con una agudeza mayor que el gran Maestro Yi Ching. Oigamos sus sabias palabras:

[…] la fuerza no debe presidir directamente a la lucha. Si el mal se ve delatado, piensa en armas; y si le hiciéramos el favor de luchar contra él golpe por golpe, perderíamos al final, porque de este modo nosotros mismos nos vemos envueltos en el odio y la pasión. Por consiguiente, es importante empezar por casa, estar en guardia en nuestras propias personas contra las faltas que hemos denunciado. De esta manera, al no encontrar antagonista, quedarán mellados los afilados cantos de las armas del mal. Por las mismas razones no deberíamos combatir directamente nuestras propias faltas. Mientras luchemos contra ellas, seguirán viviendo, victoriosamente. En fin, la mejor manera de luchar contra el mal es hacer grandes progresos en el bien”.

(Yi Ching, “El Libro que Cambia”: Hexagrama Nº 43 “Kuai – Arrojo (Resolución)”)

Una ley de la naturaleza está actuando. El mal no sólo destruye al bien, sino que también se destruye a sí mismo. Ya que el mal, que sólo vive por la negación, no puede seguir existiendo a base de su propia fuerza”.

(Yi Ching, “El Libro que Cambia”: Hexagrama Nº 23 “Po – Desunir”)

El Mal es simple negación, por tanto no es posible combatir contra él ni es posible negociar con él. La única manera de vencer al Mal consiste en perseverar en el Bien. O dicho de otra manera, en ajustar los diales de nuestras energías a sus respectivos polos positivos en lugar de a sus polos negativos.

Mahatma Gandhi nos lo supo mostrar a la perfección con su propia vida y con sus palabras. La violencia sólo trae más violencia. El camino para la paz es perseverar en la propia paz. No se trata de una ingenuidad simplista y bienintencionada por su parte, sino todo lo contrario. El Maestro Gandhi mostraba una sabia y profunda comprensión de la verdadera naturaleza universal y humana.

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Continuará

Arturo Rafael Seguí López. El Ágora Fractal © 2010. Liberación AHORA

Documento completo: El Ágora Fractal. Ágora 02: El Héroe y el Mal

En formato de archivo: EL ÁGORA FRACTAL. Ágora 02: El Héroe y el Mal

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