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Amor Incondicional (II): amor de predilección, amor por abnegación y “Amor de Dios”

2 febrero 2010

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Amor Incondicional (II): amor de predilección, amor por abnegación y “Amor de Dios”

Por Emilio Carrillo Benito

3. Pasión de predilección y amor por abnegación

El amor de pareja, de amistad y familiar son predilección y pasión de predilección; el amor al prójimo es amor de abnegación, cosa que garantiza el “has de”. La extralimitación caracteriza la pasión de predilección; la extralimitación también ha de identificar al amor de abnegación y conduce a no excluir ni a uno solo.

Actuando de esta forma no se repudia la pasión amorosa en cuanto sensualidad. El amor al prójimo no se opone a lo sensual, como tampoco prohíbe comer o beber. Todos ellos son instintos que el ser humano no se ha dado a sí mismo, sino que son obra de la naturaleza; y la sexualidad es una potente fuerza a disposición del ser humano y su evolución. Ahora bien, lo que el amor al prójimo sí rechaza es la sensualidad egoísta que no es otra cosa, en verdad, que amor a sí mismo. Y precisamente por esto hay que desconfiar del amor de pareja, del de amistad e incluso, en ocasiones, del familiar: tras ellos se esconde el amor a uno mismo.

La predilección en la pasión no es sino otra forma de amor a sí mismo. Sólo cuando se ama al prójimo queda erradicado lo egóico. Hay una tendencia bastante extendida a efectuar esta división del amor: el amor de sí es repugnante, pues es amor a sí mismo; en cambio, la pasión amorosa y la amistad son amor. Mas la diferenciación real es bien distinta: el amor de sí y la predilección apasionada son, esencialmente, amor de sí mismo; mientras que el amor al prójimo es Amor.

El amor de sí cierra filas en torno a ese único mí mismo. Y la predilección apasionada del amor de pareja, de amistad y familiar lo hace igual de egoístamente en torno al único amado, del amigo o de los familiares. El amor de sí es de auto-inflamación: el yo se prende fuego a sí mismo; pero en la pasión amorosa y en la amistad también hay auto-inflamación, con una entrega al otro que realmente no es sino entrega a mi yo. De hecho, los celos están siempre en la raíz de la pasión y la amistad. Y, además, debe haber admiración.

Por el contrario, al prójimo no hay que admirarlo, sino amarlo. El amor al prójimo es amor de abnegación, que ahuyenta toda predilección y expulsa el amor de sí. Su único objeto es el prójimo, que somos todos los seres humanos sin excepción de ningún tipo. La abnegación extermina el amor de sí con la imposición del “has de” amar; supone la transformación por la que un ser humano se vuelve sobrio -frente al yo ebrio en el otro yo de la pasión por predilección-en el sentido de la eternidad.

Sólo en el amor al prójimo el sí mismo que ama está determinado como espíritu de una manera puramente espiritual; y el prójimo es una determinación puramente espiritual. En el amado, en el amigo o en el familiar no se ama al prójimo- sino al otro yo; o se ama, una vez más y en mayor grado todavía, al primer yo.

4. El “Amor de Dios” como fuente del amor al prójimo

Ahora bien, el amor al prójimo no debe ser entendido o interiorizado como una especie de obligación para ser “bueno” o para superar el examen cuando me juzguen y “ganar el Cielo”. Así planteado, el amor al prójimo no sería tal, sino otra variante del amor a uno mismo.

El amor al prójimo no emana del mí mismo, del ego, sino del Mí Mismo, el Yo verdadero, que es Espíritu y Amor y comparte la Esencia con el Creador&Creación. Esta Esencia divina, Amor Incondicional, es lo decisivo: de ella brota el amor al prójimo. En el amor de pareja, de amistad o familiar, la determinación intermedia es la predilección; en el amor al prójimo, la determinación intermedia es la Esencia compartida que nos unifica. La consciencia sobre nuestro auténtico Ser y el Amor de Dios que nos unifica con la Creación es la fuente del amor al prójimo.

El amor al prójimo es la equidad eterna en el amar, que es lo contrario de la predilección. La equidad consiste en que no se discrimine; y la equidad eterna consiste en que no se discrimine incondicionalmente en lo más mínimo. Por el contrario, la predilección consiste en discriminar; y la predilección apasionada, en discriminar ilimitadamente. Y con todo ello no se trata de aspirar a un nivel superior de amor. El amor al prójimo es demasiado grave y serio en sus movimientos como para mariposear danzando en la frivolidad de semejante discurso fácil y egóico acerca de lo altísimo. El camino que lleva al amor al prójimo pasa por el escándalo: cabalmente, es escándalo para la carne y la sangre y una locura para la racionalidad.

Y se equivoca de pleno quien cree que con la ayuda del conocimiento y la cultura se acercará más a lo supremo. La cultura no enseña a amar al prójimo; más bien desarrolla una nueva distinción -entre cultos y los que no lo son-, algo que a veces sucede a los buscadores. El prójimo es lo equitativo; no es el amado por quien tienes predilección apasionada; tampoco es el amigo, ni el familiar, ni el cultivado con el que te igualas en cultura. El prójimo es cada ser humano. Y es tu prójimo en la igualdad contigo en la Esencia divina y en la Unidad del Ser Uno.

En Emilio Carrillo

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Paz, Amor, armonía, unidad, hermandad… no son cosas propias de blandos, débiles o ingenuos; muy al contrario, son el terreno de los nobles, osados, de los realmente sabios y fuertes, que se han conquistado a sí mismos, realizando en la humildad su divina y humana grandeza. Ellos no son esclavos de su mente, ni están a merced de los impulsos del ego, ni de sus emociones o pasiones desbocadas. Ellos no combaten la oscuridad, ellos simplemente la iluminan con su consciencia, y aquélla se esfuma y se integra en el Todo. Pues todo es Uno. Yin-Yang, dos caras de la MISMA moneda. Siempre dos polos de UNA SOLA COSA, en todo lo manifestado.

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