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Crisis y EGO: deshojando las capas de cebolla del supuesto «yo-separado»

15 agosto 2014
Quitamos capa tras capa hasta quedar en nada… ¿Quién sufría?

La crisis y las etiquetas

Por Clara Calderón*

Con suerte, llega un momento en la vida en la que uno se replantea ciertas cosas. Las prioridades, los gustos y aversiones, los valores, las metas.
Y, con un poco más de suerte, puede llegar el momento de replantearse la propia identidad: aquellos rasgos y tendencias personales que hasta ese momento considerábamos “nuestras” y que utilizábamos para presentarnos ante el mundo y ante nosotros mismos con una imagen más o menos definida.

Pero el problema de la auto-imagen (la forma en que nos vemos y nos auto-definimos, aquello con lo que nos identificamos), es que es una foto parcial, una instantánea, de algo que es en sí mismo cambiante, orgánico, en evolución y cambio constantes… además de infinito en amplitud, en matices y en contradicciones. Hermosas contradicciones y paradojas.

La sensación de “yo” que todos tenemos, de ser “la misma persona de siempre”, es una “ilusión óptica” de identidad fija, causada por la manera que tiene la mente de procesar datos y proyectar el pasado en el futuro.
Una manera de ver claramente este cambio constante es ésta: los trillones de átomos que componen nuestro cuerpo físico van entrando y saliendo de él incesantemente (en forma de alimentos, agua, aire…) y en cuestión de 7 años toda la materia que lo compone es totalmente nueva y diferente… de la misma manera, vamos evolucionando con el tiempo en nuestra forma de procesar los datos y aprender de ellos, en la manera de pensar, sentir y decidir, en la forma de responder a la vida… todo cambia en el mundo de las formas, todo discurre en el río del cambio eterno, la ida y vuelta cósmica.
Es el ego, la ilusión de “identidad fija” creada por la mente, el personaje llamado Fulano Fulánez con su DNI, quien se resiste a creer en el cambio eterno. Pues el ego basa su sensación de seguridad en las etiquetas y el no-cambio, para poder afirmar su efímera existencia (ilusoria y con fecha de caducidad), y poder decir aparentando tranquilidad: “yo soy esto y lo otro”.
Sí existe en nosotros una Identidad inmutable, imperecedera y absoluta, pero no es aquella que depende de los atributos que nos adjudicamos; es aquella que agrupa inteligentemente esos trillones de átomos en torno a sí misma, para que todo “parezca” estar donde siempre.

De tan habituados que estamos a comportarnos, sentir y pensar de ciertas formas, acabamos creyendo que “eso es lo que somos”, y nos ponemos -o nos dejamos poner- la correspondiente etiqueta: impaciente, sensible, creativo, tozuda, nervioso, inteligente, valiosa, resultón…
Existe actualmente, en la era de las redes, una manía persecutoria con las etiquetas. Pareciera que andamos buscando entre la “nube de tags” aquellas palabras que más nos gusta pegarnos en la frente para mirarnos ante el espejo y salir a la calle.
Y cada mañana, al salir de la cama a vivir un nuevo capítulo del juego llamado “vida humana”, lo primero que hacemos es abrir el cajón mental y sacar las etiquetas que habitualmente nos visten. Tardamos en vestir nuestra Identidad desnuda con etiquetas lo que un parpadeo, lo que un pensamiento en brotar. De ahí que los meditadores recomendemos practicar la meditación, que es una tecnología del redescubrimiento del Sí-Mismo verdadero, justo al despertar.

Salimos al mundo, y nos emperramos en defender nuestra etiqueta, convenciendo a los demás o convenciéndonos a nosotros mismos de que la nuestra es la mejor, o de las mejores, o al menos mejor que la del vecino, y tratando de evitar o neutralizar las situaciones que ponen en duda la veracidad de nuestra etiqueta.

ultimo dia (2)
Esto, y no una especie de demonio interno incontrolable y detestable, es el tan manoseado “ego”. Un término tan gastado y malinterpretado como pueda ser la palabra “Amor” o “Espiritualidad”.

El ego es la personalidad con la que vestimos a nuestra alma para salir a la jungla humana. (Quisiera recordar aquí, que la palabra “personalidad” proviene del griego persona = máscara). Y el ego, per se, no es ni bueno ni malo. No hay por qué entablar una guerra abierta contra el ego y todas sus manifestaciones. De hecho no hay por qué entablar una batalla contra nada de cuanto brote en nuestro interior, pues cualquier lucha interna o separación no crea más que dolor y más dolor, y no ayuda al definitivo crecimiento. Lo único que refina al ego es la Verdad, no la lucha y la negación.

El ego o personalidad es el conjunto de rasgos de comportamiento, de sentimiento y de pensamiento que -inconscientemente- escogemos usar para relacionarnos con las situaciones, las personas y con nosotros mismos, con la vida misma.
Una infancia alegre, fundamentada en el Amor, y llena de respeto hacia el niño y sus necesidades de desarrollo, da como resultado un ser humano adulto con un ego equilibrado, sin aristas punzantes ni heridas sangrantes, que tiene tanta mano izquierda como derecha, y que se conduce a sí mismo por la vida con entusiasmo, serenidad y fraternidad sincera hacia el resto de seres humanos.
Una infancia menos perfecta, tiene muchas papeletas de resultar en un ser humano adulto acorazado tras la máscara de su personalidad, con necesidad de auto-afirmar su etiqueta constantemente ante ataques que imagina recibir de los demás y de la vida misma, y con dificultades para amarse a sí mismo y los demás sin condiciones ni exigencias.

Decía al principio del artículo que, con suerte, llega un gran momento en la vida en que nos cuestionamos muchas cosas. A veces, generalmente, este momentazo viene servido en bandeja de crisis, depresión o angustia existencial.

La crisis que vivimos en Occidente en estos momentos no se debe a que el dinero que manejábamos hace años haya desaparecido porque “los políticos y los banqueros sean mala gente”: esta crisis es una crisis de identidad colectiva, hemos llegado colectivamente al momento en que nos replanteamos seriamente los valores en los que basábamos la existencia.
Las antiguas formas fundamentadas en la guerra y la explotación de unos sobre los otros y en el violento saqueo de la madre Tierra se demuestran a sí mismas absurdas, surrealistas, contra natura. Hoy en día, con toda la información circulante, quien no ve que aquellas antiguas formas nos llevaban a la extinción masiva y que no podemos volver atrás, es porque no quiere verlo. Pero nuestro pasado como Humanidad no surgió de la nada, hay que comprender esto: una mente desconectada de la corriente vital natural, de la Sabiduría holística, en guerra contra sí misma y con miedo a los demás y a la Vida, da por multiplicación, una sociedad en guerra permanente y basada en el miedo y la supervivencia, la prisa y el “sálvese quien pueda”.

Una versión doméstica y a pequeña escala de la crisis social que vivimos, es la crisis personal que muchos seres humanos están atravesando en estos momentos. Siempre hubo crisis personales, y seguirá habiéndolas. Son parte del desarrollo evolutivo. Pero el hecho de que España esté en los primeros puestos mundiales en consumo de antidepresivos y ansiolíticos dice unas cuantas cosas sobre nuestro estilo de vida, de valores, de pensamiento y de relación con nosotros mismos.

clara-2Una crisis es un terremoto que remueve los cimientos, dejando expuestas las raíces de los árboles, para que podamos (si escogemos aprovechar la oportunidad) observar si éstas están sanas o podridas. De nosotros depende aferrarnos, por miedo a soltarnos de él, a un árbol cuyas bases se están demostrando endebles, o atrevernos a soltar todo lo conocido y comprobar qué pasa cuando reconocemos no saber, no saber qué hacer, quiénes somos ni qué queremos.
Todo nuestro futuro depende de ese acto de valentía extrema, en el que reconocemos ante nosotros mismos que ya no sabemos lo que creíamos saber, que ya no estamos seguros, que aquellas etiquetas que solíamos usar para tener una identidad aparentemente sólida, ya no nos definen, ya no son verdad, ya duelen al intentar ponérnoslas con la desesperación de quien ve el suelo abrirse bajo sus pies.

Tras la rendición a la evidencia, llega el silencio oscuro del abismo del no saber.
¿Quién o Qué Soy?
Es la mejor pregunta que un ser humano puede hacerse en su vida. Es, de hecho, una pregunta que deberíamos hacernos cada cierto tiempo, pues es un seguro de templanza y felicidad.
Podemos empezar a buscar la respuesta, reconociendo primero “lo que no somos”, “lo que no es real”. Hallar la Verdad localizando y descartando las mentiras: “¿Con qué etiquetas me identifico?” Es una buena manera de empezar a desmontar las corazas del ego. E ir una por una, cuestionándolas: “¿desde cuánto me etiqueté de esta manera?” “¿es esta etiqueta cierta, siempre, y en todos los casos?” “¿entonces, por qué me empeño en llevarla puesta, qué sensación de seguridad o importancia saco de ello?”
Si no soy ni esto ni lo otro, si aquello ya no me hace feliz, si lo de más allá ahora ya no me importa… si ya no me siento igual ni pienso lo mismo…. entonces, ¿Quién Soy?

Es aquí cuando comienza la liberación y el crecimiento, con esta pregunta y la honesta decisión de hallar la respuesta verdadera, no la primera que llegue a nuestra mente y nos satisfaga medianamente “para ir tirando una temporadita más”.
Aquí comienza el proceso progresivo de des-identificación del ego, un proceso de búsqueda de la verdadera Identidad que subyace a todas nuestras circunstancias, la búsqueda de esa verdad, esa Presencia observadora que dice “Yo Soy” y que siempre estuvo ahí, detrás de todo el puzzle de experiencias vividas.
Es el auténtico Yo, que clama ser por fin escuchado, comprendido y respetado como el único camino fiable a una vida armónica, feliz y auténtica, alineada con el flujo imparable y creativo de la Vida.
Mediante una perseverante búsqueda de aquello que es cierto en y para nosotros, podemos ir localizando las etiquetas que enarbolamos desde hace mucho tiempo y con las que nos empeñamos en auto-definirnos para no afrontar el miedo de que, en realidad, no sabemos quiénes somos, por qué estamos aquí, y por qué nos sentimos tan solos.
Y, una a una, con cariño, podemos ir cuestionando esas etiquetas hasta que por sí solas se desprendan, desvelando a trozos, poco a poco, a la Presencia que realmente Somos, Soy, Eres, y Serás: brillante, inetiquetable, eterna.

Debemos atrevernos a desprendernos de la armadura del ego, que hizo muy bien su labor original de protegernos de los sucesos dolorosos, pero que llega un punto en que impide nuestro crecimiento y nuestro libre movimiento. Desvestirse de la personalidad habitual siempre da vértigo y pudor en un primer momento, es como el nudismo. Pero quien ha probado el tacto del Mar en la piel desnuda y vulnerable, sabe que merece la pena la osadía.
La osadía siempre merece la pena. Seamos valientes como para mostrarnos sin etiquetas marchitas y limitantes. Reinventémonos individual y colectivamente, ésta vez sí, fundamentados en Lo Verdadero, lo Eterno, en la Vida, el Amor, y la Belleza.

Clara Calderón. Coach Transpersonal. Menorca

Fuente: turefugiointerior.com

Compartido por Clara Calderón

Reedición, título post, nota imagen, Freeman

Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo “yo pienso”, estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no “yo pienso”, sino “se piensa”, como se dice “llueve”. Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.

– J. L. Borges

(«Más del yo», Blog de 道)

Ying-Yang1

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33 comentarios
  1. 15 agosto 2014 3:56 AM

    Reblogueó esto en tu angel humano informativo.

  2. 15 octubre 2014 12:23 PM

    Fascinantes escritos .vivimos en un mundo de persecución de fines de tal manera que nunca estamos presentes vivencia do el aquí y ahora.personas enajenadas de nosotros y de los demás .lo que predomina es un narcisismo generalizado . De tal manera que nos queremos comer unos a otros. Buenos tiempos para el amor.nuestra única salvación ..ante tanta miseria y vacío espiritual .

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